Daniela Barragán
“La utopía está en el horizonte.
Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos
y el horizonte se corre diez pasos más allá.
¿Entonces para qué sirve la utopía?
Para eso, sirve para caminar.
Eduardo Galeano
Si me preguntan quién soy yo, no podría responder mucho. No soy de aquí ni de allá. Sólo sé que soy el que está viviendo este momento.
He dejado mi país, mi cultura, mi comunidad, mi calor, mi frío, mi casa, mis aromas. He dejado la alegría de los amigos, el saludo de las mañanas, las fiestas y las risas que compartía con muchas personas que me conocen desde niño.
Dejé a mi familia, ¡qué más puedo decir de eso!
Puedes darme el sexo que quieras, hombre o mujer, quizá da lo mismo. Puedes hacer lo mismo con mi nacionalidad, sur o centro de América.
Lo que sí puedo decir es que soy migrante. Soy parte de las estadísticas, de esas listas numéricas que cada año indican las cantidades de gente que sale de su país por cuestiones económicas, pero, te das cuenta cómo vivimos en un país de números, de cantidades, de cifras… en estos tiempos ya nadie merece un nombre.
Salí de mi país hace una semana, un grupo de diez personas abandonamos nuestro mundo, hartos de ganar poco dinero por un trabajo que aniquila poco a poco. Todos salimos en busca del prometido sueño americano. Desde pequeños es nuestra meta, por cierto, ya también es la meta de nuestros hijos y eso es terrible.
Los anuncios de “polleros” pululan en las bardas como anuncios de Coca Cola. Las opciones son pocas: pescador, recolector, chofer o algún pequeño negocio si bien te va… pero todo esto en comunidades fantasmas, zonas en las que la población está comprendida por ancianos, muy ancianos y niños aún muy pequeños.
Hay un punto en el que todos coincidimos, aunque seas de Honduras, Nicaragua, El Salvador, la ruta para llegar a Estados Unidos es México, ese país que dice “Hermano migrante, te esperamos con los brazos abiertos”. Si, ese país, el de Los Zetas, el país en el que la policía parece ser otro cartel delictivo, el “oficial”.
Entre nosotros, las y los migrantes nos referimos a tu país como un infierno.
Soy mujer migrante. Antes de salir de mi país empecé a tomar pastillas anticonceptivas, porque no es seguro que llegue a mi destino, pero de lo que estoy segura es que seré violada y aunque no puedo cuidarme de alguna enfermedad como el VIH, al menos no quiero quedar embarazada. Me han contado que después de cada violación, esas personas, van a colgar un brassier mío en un árbol cercano, supongo que para presumir su hombría. Tengo miedo.
Soy madre migrante. Dejé a mis dos hijos al cuidado de mi madre, voy a E. U. a buscar a mi esposo que se fue hace varios años. En cuanto lo encuentre nos traemos a los dos chamacos, allá nos irá mejor. Tengo esperanza.
Soy adolescente migrante. ¡Ni cómo pensar en ir a la Universidad! Si ni hay para comer, mucho menos habrá para pasajes. Mi papá ya se fue, iré a alcanzarlo pero tengo miedo, se dicen muchas cosas del tren, de los polleros, de los secuestradores, para colmo, viajo solo, pero quiero pensar que todo estará bien. Tengo ilusiones.
Soy niña migrante. Voy hacia Estados Unidos con mis papás. Vamos en camionetas donde viajamos muy apretados, van muchas personas con nosotros. Me siento triste porque dejamos a los abuelos, los voy a extrañar. Allá a donde vamos, dicen que está muy bonito y todo estará bien porque voy con mis papás, ellos me cuidan y ¡vamos de viaje! Estoy feliz.
Soy hombre migrante. Adiós familia, adiós hambre, adiós miseria. Voy para el norte y triunfaré, estoy seguro. Les daré, desde allá, una vida mejor a los que dejo, sólo serán unos años y volveremos a estar juntos. Con el dinero que traiga, compraremos un terreno y pondré un negocio, ¡las cosas van a cambiar!
Soy migrante, de cualquier sexo, de todas las nacionalidades, de todas las edades.
Soy migrante porque vivo en un país donde el dinero es el que te hace existir y yo no lo tengo, no existo.
Soy migrante porque tengo familia que vive en la miseria y a nadie le gusta vivir así.
Soy migrante porque sé trabajar y a eso salgo a otro país, a trabajar, no a robar. Aún así, sé que tendré que soportar muchas humillaciones de aquellos que si merecen existir, si, de los que tienen dinero.
Soy migrante porque no soy uno sólo, somos millones que no tenemos patria y que salimos a luchar por tener una mejor calidad de vida.
Somos millones de anónimos, pronto seremos más que ellos, los que nos humillan, los que nos explotan, nos secuestran, nos violan.
Soy migrante porque algún día nuestro hartazgo y nuestra rabia, serán el grito más fuerte que habrán podido escuchar esos oídos sordos.
Somos migrantes. Aquí estamos.
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